En la Laguna de Sinamaica durante un taller de revitalización de la música tradicional añu, 2013. Foto de Félix Guerrero

Soy una especie de todera. Ese tipo de personas a las que les gusta hacer casi de todo y todo quehacer humano le interesa, aunque también me gusta no hacer nada, solo ver las nubes pasar. Estudié y me gradué de antropóloga en la Universidad Central de Venezuela, especializándome en atropolingüística y antropología visual. Paralelamente, estudié recursos audiovisuales para el aprendizaje, educación inicial y museografía y he cursado diplomados y maestrías en esas mismas áreas. He sido productora y realizadora de cine y video y he trabajado en el diseño y gestión de proyectos museísticos, artísticos y culturales de todo tipo. 

Desde muy joven, como activista social, me vinculé a las organizaciones indígenas y me comprometí con sus luchas. Hasta el presente, esas luchas han sido mi marco de referencia, así como también el eje conductor y cohesionador de mi obra y de mi hacer. Sin duda, los indígenas han sido mis mejores maestras y maestros.

Mi relación profesional con la literatura infantil y juvenil (LIJ) se inicia en esa misma época, cuando a mediados de los años 70 comencé a trabajar en un jardín de infancia. Fue allí donde me incorporé como voluntaria a un proyecto de promoción de la lectura llamado “Rincones de lectura”. Proyecto impulsado por el Ministerio de Educación de Venezuela, el cual consistió en crear pequeñas bibliotecas en los centros de educación inicial. En esos “rincones”, poco formales y con una excelente dotación de libros, niñas y niños entre 2 y 7 años de edad, podían elegir qué leer o qué querían que les leyeran.  

Sin duda esta fue una experiencia muy gratificante y estimulante, luego de la cual, en 1979, comencé a formarme como bibliotecaria mientras trabajaba como encargada de una Sala Infantil en la Red de Bibliotecas Públicas del Banco del Libro. Allí tuve la oportunidad de colaborar con el proyecto sobre literaturas indígenas venezolanas con el cual se dio inicio a ediciones Ekaré. También, allí mismo, aprendí la magia del teatro de títeres en los talleres que impartía el maestro Julio Riera y me vinculé al SINAC, Sistema Nacional de Creatividad, quienes promovían actividades en las que integraban la lectura con la expresión plástica y musical. A partir de estas experiencias, comencé a organizar lecturas dramatizadas, exposiciones, ciclos de cine infantil y otras actividades en la Red de Bibliotecas públicas y en instituciones educativas, públicas y privadas.

Lecturas en el archipiélago de Los Roques

Después de casi 10 años en la docencia y en la promoción de la lectura y el cine infantil, comencé a dedicarle más tiempo a la antropología y al cine documental, aunque continué con la investigación bibliográfica, siempre vinculada a la Biblioteca Nacional de Venezuela. 

En 1986 había iniciado mi primer proyecto editorial. Se trataba de publicaciones bilingües, en idiomas indígenas y español, para los cuales resultó difícil obtener financiamiento. En 1988, publiqué mi primer libro “Trama, mitos y cestería ye’kuana”, obra que incluía un apéndice sobre el mismo tema  dedicado a lectores infantiles e ilustrado por Juan Rodríguez (1952 -2012). En 1994, dicho apéndice fue publicado en la colección infantil de Alfadil Ediciones bajo el título: Wiyu, la serpiente emplumada y otros mitos ye’kuana. 

En 1999 publiqué  «Jojomare, música y baile warao» y al año siguiente apareció «Sekesekeima, de cómo el violín llegó a los warao», ambos bilingües, ilustrados y diseñados por María Isabel Hoyos. Esta experiencia sirvió luego de modelo para la creación de una colección de literatura infantil bilingüe en Monte Ávila Editores Latinoamericana, la editorial más importante del país para entonces.

Fue así como en el 2004, apareció Warairarepano, cuyos primeros tres títulos fueron reconocidos con el Premio Nacional del Libro. Una colección donde el texto literario, a cargo de autores indígenas, va acompañado de un texto informativo y de un CD de audio que contiene la narración en ambos idiomas.

CD del libro "Sekesekeima, el violín mágico" editado por Monte Ávila editores. Diseño gráfico Clementina Cortés
En la Laguna de Sinamaica durante un taller de revitalización de la música tradicional añu, 2013. Foto de Félix Guerrero

Ese mismo año, junto a Fanuel Díaz y un excelente equipo, fuimos responsables del Pabellón Infantil de la Feria Internacional del Libro XI FIL Caracas, la cual bajo el lema: “Que hablen nuestras lenguas» tuvo como Invitados de Honor a los Pueblos Indígenas de América. El Pabellón Infantil atendió diariamente a más de 500 niños y niñas de las escuelas vecinas quienes participaron en distintas actividades y en encuentros con autores y escritores indígenas.  Al año siguiente, en 2005, fui responsable del Pabellón de Venezuela en la Feria del Libro Infantil de Bologna y luego de la FIL Guatemala, a la que volví como invitada años después.

Desde esas primeras experiencias como promotora de la lectura, mi sueño ha sido que la literatura y los libros contribuyan significativamente a la valoración positiva del legado cultural de los pueblos indígenas y de sus idiomas, en la conformación de nuestra identidad. Pero también, a fomentar entre niñas y niños y en toda la sociedad, la tolerancia, el respeto mutuo y el verdadero diálogo intercultural, sin dejar de lado el disfrute y la imaginación. En esas ando, entre sueños, libros, películas y a veces, viendo las nubes pasar.